viernes, 19 de octubre de 2012

Inspirado en el cuento de Cortazar: Instrucciones para subir una escalera.



Asegúrese estimado usuario de localizar un tobogán significativo, dónde se lastimó por primera vez, donde vio la mejor sonrisa de su madre (niniera, amigo) esperándolo al bajar, dónde sintió un amor incontenible, o dónde olió el mejor aroma de los jazmines de la primavera. Sírvase de volver a aquellos recovecos de la infancia, o de la adolescencia. Pero vuelva con cuidado, sabiendo que tal vez, aquel tobogán ya no es tan alto, mucho menos tan ancho,  que aquel árbol tal vez no está tallado con el corazón que usted marcó 20 anios atrás, que aquella arena ya no raspa los codos, que donia Susana tal vez ya no esté hamacando a sus nietos en las hamacas de al lado.. Vuelva sabiendo que tal vez ya no hay tal plaza, o que con mucha suerte, sólo esté cercada. 

Estimado usuario, vuelva acompaniado, o vuelva solo, pero vuelva, y sienta.  Sienta el paso del tiempo que se refleja en las dimensiones de la plaza, en lo bajo de los juegos, en la nueva modernidad de algunos. Vencido el primer sentimiento de miedo al descenso o de incomodidad ante el ridículo, siéntese de espaldas a su bajada. Sírvase de observar la altura en la que se encuentra, la copa de la palmera del centro de la plaza, la cruz de la catedral que lo recibió en su primera comunión, el caminito de adoquines donde besó por primera vez, las ramas de los sauces que bajan desde allá arriba. Piénsese que mucho tiempo atrás, la última vez que bajó de la forma usual por el tobogán, el mundo de atrás quedaba abolido por el tobogán mismo, su hipnótica chapa de metal, en cambio, bastará bajarla de espaldas para que se abra ante usted la inmensidad de las copas de los árboles, y se vaya cerrando luego a medida que la velocidad lo envuelve, hacia el inicio del tobogán y finalmente se cierre la anchura de su visión, y choque precipitadamente con el duro suelo. No se resista, no intente sostenerse, es inútil. Y cuando se golpee,  el cielo y las nubes cuéntelas. Bebace el cielo que le cae en plena cara desde su inmenso embudo consumido en el proceso, siéntase afortunado de todo lo que tiene. Y cuando gire en redondo y sienta el olor a tierra mojada tal vez descubra que había que mirar muchas cosas de esa forma, una boca, un amor, una novela. Quizás entienda que todos llegamos al mismo lugar, y que los momentos se consumen, a lo mejor lo importante es no perderse de verlos pasar, es no perderse de sentirlos. Pero cuidado,  hay cosas que solo se sienten cuando se deja bajar de espaldas pero hay otras que no quieren, que tienen miedo de ese descenso que las obliga a desnudarse tanto, obstinadas en su convencionalismo y su máscara se vengan cruelmente del que bajas de espalda para sentir, para vivir la intensidad...Cuidado con esa ley, con esa moral, con ese sistema.



Gracias a dos personas responsables del post de hoy... 
Mañana, que vuelvas, o vuelas.

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