sábado, 10 de septiembre de 2011

Un día sin altar


Iba caminando por la calle, iba pensando, iba fumando. Me encanta sentir el humo como quema mi garganta, me encanta sentir cómo me mata. Estaba cansada, sentía los ojos bien, bien chiquitos. La noche anterior no había dormido, nada. Me había acostado, muy cansada, pero daba vueltas y vueltas, no se porqué, pero cuando entré en sueño, sonó el despertador. Una taza de café, y al laburo, como siempre. La gente hablaba, había muchos ruidos de fondo, yo pensaba en si había cerrado la llave de gas o no. Una vez me olvidé de cerrar, y el gas me mató a Cuchpe, mi perro, lo lamenté. Como no podía con la duda, en el almuerzo decidí correr a casa, Cuchpe ya no estaba claro, pero si Releí, mi gato. Muy simpático él, con su cola negra y una mancha casi cuadrada en el lomo, arisco como él solo y muy dormilón, lo quiero. Mientras caminaba y hacía cuentas de lo que tenía que pagar a la semana siguiente, un tarado me chocó y volcó todo su café en mi camisa, la puta! la había lavado el día anterior y pensaba hacerla durar un par de días mas. Se disculpó y siguió corriendo, vi la desesperación en sus ojos y lo dejé seguir, sabía que algo lo estaba atormentando. Me hubiese gustado ayudarlo. Cómo quemaba ese café! Caminé más y más fuerte, quería llegar a casa y bañarme, en lo posible llamar al laburo y quedarme durmiendo, lo pensé. Cuando estaba a dos cuadras de casa, me di cuenta que me había olvidado las llaves en la oficina, maldición !!!! Tercera vez en la semana. Igual, no las necesité, cuando llegué al edificio, lo vi. Después de tres meses, había vuelto, a que?! Claramente yo estaba impresentable, pero eso no importó cuando ví todo lo que había detrás de él.